Soy de esas que al amar se entregan sin piedad,
de esas
que desvisten con miradas y calan el alma
-no sé si las de otros o hago más profunda la mía-
También
soy de esas que huye
sin decir ni una sola palabra;
de esas que callan lo que sienten para no complicar.
De las que sueñan con las seis letras de tu nombre
y despierta sola
con ganas de ti y de más.
Las olas se llevan el olor de mi cuerpo
sin pedirme nada a cambio
y cuando pregunto por ti
el mar se queda sereno,
no sabe cómo contestar
el dolor que siente mi cuerpo
ausente de ti.
A lo lejos se escuchan tus manos
tirar de las cuerdas de esa puta guitarra,
y yo
sin derecho a decir ni una sola palabra
grito el sabor de tu nombre,
de tus besos,
de tu recuerdo,
de tu voz.
El viento se ha calmado
porque no quiere parecer
un mal tercio entre mis labios,
no sé cuáles,
pero entre ellos.
La luna se esconde
para no sentir la vergüenza
que se emana de mí,
ella tan tímida
y yo tan ganas de ella
y de ti.
Porque cada vez que te niegas
es como volver a nacer
y no ser nada.
En altamar
hay mil y un barco tratando de pescar
la primer letra,
esa que da
que nada
que todo
que un poco
y que no puedo más porque me delata.
Estoy en el vaivén
donde no sé si irme
o llegar
o venirme
o nunca quedarme
o quedarme para siempre.
Si tus besos reventaran
con las olas del mar,
te juro
que entregaría mi vida
por verte llegar.
Pero soy de esas
que (no) son cobardes,
y no (sí) quieren arriesgar.