Y con la lluvia
me fui consumiendo poco a poco.
Era tan fuerte y tan hermosa
que no dudé en tocarla,
quería sentirla recorrer mi cuerpo,
empaparme con su dulzura,
con su claridad,
con su frescura.
Fui testigo de sus truenos
y granizos,
me escalofriaron la piel.
También fui testigo
de su suave rocío
que me besaba con ternura.
Me cubrió de pies a cabeza
profanando mis más íntimos secretos,
hizo conmigo lo que quiso.
Verla caer,
algunas veces con tanta fuerza
y otras tan sublime,
tan cambiante,
pero con una beldad inigualable,
sus destellos tornasol
al reflejo de la luz,
la hacían única.
Era tan fría
que la dejé de sentir,
mi cuerpo
se volvió vulnerable a sus caricias,
mas nunca me resistí a vivirla.